miércoles, 18 de enero de 2012

alex


Alexander la echaba de menos, ya no había vuelto la chica de pelo rojo, con pecas en su cara, esa chica con un tono de voz dulce fingido. Melinda, así se llamaba. ¿Se habrá ido? – pensó Alexander. Cada mañana abría su tienda, con la esperanza de verla entrar en búsqueda de un CD’s o para tocar las teclas de los pianos que al parecer no se podía permitir comprar. Desde ese día del centro comercial, cuando él le había ayudado a sacar su lata de refresco no sabía nada de ella. Alexander sabía que ella no quería volver a verlo, pero tenía la tonta esperanza que lo hubiera dicho en broma, que sólo se quería hacer la chica dura. Pero no, se equivocaba, era cierto, ella no lo quería ver. Melinda no se quería establecer relación con nadie, quería estar tranquila, no quería revivir sus heridas.

- Por los truenos de verano. Maldita máquina. – Melinda le daba pequeños patadas a la máquina de refrescos del centro comercial del pueblo. La gente que pasaba la miraba, con cara de pocos amigos, pero ella no les decía nada. Era la típica cara de “Chica, no atente contra las cosas públicas”. Ya estaba acostumbrada.
- Veo que no sólo conmigo eres violenta. – Alexander se acercó a ella, y la apartó de la máquina.- mira, deja esto en manos de profesionales. – Con un toque en la parte inferior de la máquina, la maravillosa bebida sabor a uva cayó con un ruido seco. – Ten.
- Gracias. ¿Ahora también me sigues? – Melinda dio media vuelta y se sentó en el banco que justo era el que estaba al lado de una fuente.
- No. Resulta que trabajo en esa tienda de allí.- Alexander le señala la tienda de CD’s.
- Bromeas. – Melinda se puso una mano en su boca, y comenzó a reírse. Al final no se pudo aguantar, y una sonrisa con un tono alto salió de su boca.
- Gracias por burlarte.
- No me burlo, sólo que… - Melinda volvió a mirar hacía la tienda de CD’s.- me encanta esa tienda, y nunca te había visto. Eso es que no me gustaste a primera vista.
- Que graciosas. ¿Siempre eres así?
- ¿Así cómo?
- Maleducada, y…un poco mala gente con los chicos. Llegas a la línea de cruel.
- No soy cruel. Oh bueno…- Melinda por fin se decide a abrir su lata de Fanta sabor a uva- sólo soy cruel y despiadada con los que me caen mal. ¿Y sabes? Tienes suerte.
- ¿Suerte? ¿Bromeas?
- Sí, porque me caes mal. – Melinda se alejó de Alexander y no permitió que la siguiera.

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