miércoles, 18 de enero de 2012

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Las hojas de los árboles se movían con fuerza, al compás con el viento. Melinda se rozó sus brazos en busca de un poco de calor. Su cabello un poco rojizo estaba totalmente fuera de lugar, no tenían orden alguno, ni dirección determinada. Su respiración era entrecortada, Melinda pensó que era a causa del frío, que a sus pulmones les estaba costando hacer el proceso de respiración. Con un movimiento que rozaba la rutina miró la hora, 8:45 am. Como cada mañana se disponía a ir a la misma cafetería Good monring, un sitio tranquilo en dónde ya la conocían y le tenían preparado su capuchino con doble de crema y una rebanada de pan untada con mermelada de fresa. Hacía ya dos años que estaba en Lakeland, un pueblo tranquilo pero no por ello menos concurrido, en el estado de Florida. Melinda se movía ágil, aunque en ocasiones sintiera como sus pies se estaban quedando helados y un auto reflejo le hacia caminar arrastrando levemente sus pies de talla 39. Faltaban pocos pasos para llegar a la cafetería, que para ella era un refugio que le ofrecía lo que más quería ese momento, calor y no solamente calor para ese frío que la estaba consumiendo, sino calor de hogar. Melinda se sentía sola, y le horrorizaba su futuro y el posible cambio que ya estaba teniendo en su cuerpo. Los problemas en los últimos años habían sido múltiples, y de todo tipo. Jhon aún le hacía travesuras con su mente, el acordarse de él aún le hacía sentir pequeños mareos y unas ganas de llorar. El sabor a sal en sus labios aún lo sentía, un sabor a angustia, a malestar.

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